Título original: NO
Director: Pablo Larraín
País: Chile (2012)
Duración: 117 min.
Cuando el “NO”, no siempre sugiere lo negativo
La transición violenta del
gobierno democrático-socialista de Salvador Allende al régimen dictatorial de Augusto
Pinochet ha tenido, dentro de la literatura chilena y latinoamericana, mucha tela
que cortar. De igual forma el cine ha expresado muchas veces las vicisitudes
del pueblo chileno durante este periodo. Entre las cinematografías más
conocidas están: el documental “La batalla de Chile” de Patricio Guzmán,
“Machuca” de Andrés Wood, “El clavel negro” de Ulf Hultberg, “Pinochet” de
Ignacio Zegers Blachet, entre otras, que defienden o condenan el régimen
pinochetista. La película de Pablo Larraín: “NO”, con una nominación a los
premios Oscar a la mejor película de habla no inglesa se ha
posesionado, sin lugar a dudas, dentro de las películas más reconocidas de este
ámbito.
La presión internacional sobre la
dictadura chilena obligó al gobierno de Pinochet a legitimar su poder a través
del voto universal. La película “NO” relata la historia del plebiscito llevado
a cabo en 1988, en el cual se decidiría la permanencia de Pinochet en el
gobierno hasta 1997 o la obligatoriedad de convocar a elecciones nacionales en
el plazo de un año. La posición política de la película es evidente, pues Pablo
Larraín reconstruye este momento histórico como una pugna entre los intereses
de la clase dominante acomodada en el poder político, frente a los intereses
del pueblo chileno. Así, se crean dos atmósferas diferentes: la opción del “SÍ”
a la permanencia de Pinochet, que se lleva a cabo en un ambiente jerárquico
militar muy riguroso y donde pervive la arrogancia respecto al triunfo; frente
a la opción del “NO”, que se desarrolla en un espacio democrático de discusión y
que no descuida el compromiso político con la historia. A merced de ambas
opciones, el plebiscito abre un espacio inédito de libre expresión, que tras 15
años de silencio opositor al régimen, se otorgaron 15 minutos diarios en
televisión, durante 27 días, para que cada opción exponga su posición. ¿Qué
mostrar?, es la pregunta más importante para ambos bandos.
El hecho más interesante de esta
película está en la forma cómo René Saavedra (Gael García) utilizando
estrategias convencionales de marketing comercial, hace de la negatividad (el
NO), un hecho positivo. Es decir, el dolor y el resentimiento por los miles de
asesinados y desaparecidos ya no sería la única forma posible para vencer a
Pinochet, sino, se optó por hacer del “NO” una fuerza creativa y capaz de mirar
el futuro con alegría y esperanza. La campaña por el “NO”, fue una campaña por
“lo otro posible” que no buscaba crear un irrefrenable odio a la imagen de
Pinochet y sus actos, pero tampoco buscaba olvidar los hechos del pasado. Las
imágenes que denunciaban las crueldades de la dictadura eran utilizables, pero
sólo en dosis controladas. Rememorar el pasado debería tener un rol pedagógico,
como un error que no debe ser repetido. En este sentido, la imagen de Pinochet,
más que odiada tendría que ser menospreciada, por lo que, no se debería mostrar
a un Pinochet malvado y asesino, sino, a un Pinochet inútil para el porvenir
chileno.
Incluso los partidarios del “NO”
sabían que no se puede negar los beneficios económicos que ha logrado el
pinochetismo, puesto que son evidentes. Por tal motivo, “NO”, no es una
denuncia las desigualdades económicas que habían en aquel momento, sino el
retrato del sentimiento de innumerables familias chilenas que han sufrido el
temor y la desesperación silenciosa de “hacer lo que se tiene que hacer”. Así,
en las terribles e inadecuadas palabras finales del propio Pinochet, tomadas de
imágenes de archivo y expuestas en los últimos minutos de la película, se refleja
claramente su visión mercantilista del bienestar: “Analíceme, si hice una cosa
mala, perdóneme. Pero, creo que sumando y restando, tengo más a favor que en
contra”. Que es lo mismo que decir: si resto algunas vidas pero sumo el
crecimiento del PIB y éste es mayor, mi voto debería ser por el “SÍ”.
No es mi intención ser lapidario,
como la sentencia del ex-dictador, pero tal vez, aquellas palabras sean más
adecuadas para “analizar” la propia película de Larraín, y por supuesto está
sucinta crítica.
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